
En Primera División está prácticamente todo el pescado vendido, pero la pelea por evitar el descenso augura dos jornadas dramáticas por eludir el único pasaporte que queda para caer al pozo de la categoría de plata.
El nuevo sistema de ascensos de Segunda a Primera deja viva la emoción hasta el final y acorta las distancias entre el descenso y esa zona de nadie que mermaba una competición que acababa haciéndose eterna con 22 equipos y 42 jornadas.
Pero llegadas estas fechas disfruto especialmente de las fases de ascenso a Segunda y Segunda B, sobre todo a la última porque 72 equipos de todo el territorio nacional entran en los bombos con muchos nombres desconocidos.
Desde que en la temporada 2002-2003 se disputara la última ‘liguilla’ de ascenso en la que cuatro equipos se enfrentaban entre sí a doble partido, la federación ha ido adaptando los sorteos intentando buscar un equilibrio mayor que evite partidos sin nada en juego en la última jornada de la fase y al mismo tiempo llegar a premiar, en la medida de lo posible, a los campeones de grupo.
En el primer cambio de ‘liguilla’ a eliminatoria se mantuvo el sistema territorial del modelo anterior, simplemente se reducía el número de enfrentamientos de seis a cuatro si el equipo conseguía llegar a la final de grupo y se reducía el margen de error. Esta modificación se aplicó también para ascender a Segunda División.
Una nueva modificación en la 2006-2007 evitaba la previsibilidad de saber que el rival iba a salir de cuatro posibles grupos como en la zona Sur con Andalucía Oriental y Occidental, Extremadura y Castilla la Mancha.
El sorteo se abría a todo el territorio. La mayoría de los equipos eran desconocidos entre sí y algunos de poblaciones que no alcanzan los 500 habitantes y que se ven inmersos en desplazamientos de más de mil kilómetros de distancia.
Esta modificación conservaba un rasgo de los sistemas anteriores y es que desde el sorteo inicial, los equipos ya sabían sus dos posibles rivales en la final por el ascenso de categoría. Pero sí que es verdad que se acercaba a aquellos ‘playoffs’ de los años ochenta en los que el sorteo era abierto y con eliminatorias.
La pasada temporada la Federación Española de Fútbol decidió dar un giro radical al asunto.
La ‘liguilla’ premiaba la regularidad, pero no la del campeonato sino la de una nueva de competición contra otros tres equipos que empezaban de cero, ya hubieran quedado primeros, o cuartos clasificándose de rebote en la última jornada. Las eliminatorias permitían ahorrar costes de desplazamiento, pero no permitía margen de maniobra si comenzabas con mal pie la fase.
Pero en ninguno de los dos casos, el campeón se llevaba más premio que el factor campo y disputar al año siguiente la Copa del Rey.
El nuevo modelo alarga el playoff pero da una oportunidad a 9 de los 18 campeones de grupo de ascender en una sola eliminatoria (igual pasa para subir a Segunda División pero sólo con cuatro campeones) y a los otros nueve de ir a una repesca.
Este sistema obliga además a hacer tres sorteos porque no quedan establecidos los cruces de las rondas posteriores. Es la principal pega de unos bombos que se complican con condicionantes como el factor campo de los campeones y las preferencia de que se enfrenten a cuartos clasificados en Liga y luego a los terceros. a partir de la segunda ronda Además, el reglamento especifica que hay que evitar en la medida de lo posible que los enfrentamientos se lleguen a producir entre equipos que han competido en el mismo grupo territorial.
El lunes tendremos la primera cita. Sede de la RFEF en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas acogerá desde las 16.30 horas el sorteo de la fase a Segunda A, y a las 17.00 horas el de Segunda B. Comienzan, jueguen quien jueguen, al menos para mi, las semanas más intensas del fútbol español.
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